Soy joven, y me siento viejo, como si llevase toda una vida
esperando algo que no se digna a llegar. Espero, aguardo, contemplando la negrura
del cielo mientras el frío me cala los huesos. Me pregunto no sé ni el qué y no
hallo respuestas, o las hallo todas. No lo sé. No importa.
Tengo la sensación de que estoy solo, de que siempre lo he
estado y de que siempre lo estaré. Es una sensación familiar, la soledad como
única compañía en mi vida. Recuerdo que al principio le tenía miedo, luego me
acostumbré a ella y me fue indiferente e, incluso, llegué a enamorarme de ella.
Uno se enamora de lo único que conoce en esta vida.
Y entonces llegas tú, tan diferente a mi, tan vivo…y te pido
a las dos de la mañana, asomado a la ventana y mirando al infinito, que me
salves, que me rescates de la soledad de la que me he enamorado.
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