sábado, 25 de agosto de 2012

Últimas voluntades de Romeo Montesco.


Últimas voluntades de Romeo Montesco


Hola, querido lector. Tal vez me hayas leído alguna vez, o puede que jamás hayas sorbido ninguna palabra mía…Si este es el caso, te debo la vida.
Como indica el título, me llamo Romeo. Romeo Montesco, pero si lo prefieres puedes llamarme el eterno amante.
Desde el día en que la vi, supe cada uno de mis alientos iba dedicado a esa dama. Supe que gracias a ella vivía, y gracias a ella moría. Supe que mi pecho puede estallar, y que mi corazón late con un ritmo acompasado que, al ser escuchado, no dice otra cosa que no sea su nombre. La he conquistado, y cual mendigo ante un mendrugo de pan he creído hallar en ella, mi Julieta dulce y bella, reposo, dicha y felicidad.
Pero yo soy el día, y ella es la noche. Dependemos el uno del otro para que todo siga, pero como esos astros, no podemos vernos jamás. Aún así, la Rueda de la Fortuna parece girar a nuestro favor, y hemos vencido las leyes de la naturaleza…y del amor. Nos hemos visto, tocado, y amado.
La vida parecía sonreírnos, pero lo fatal siempre anda escondido en alguna parte. Y lo fatal, querido lector, lo fatal eres tú.
Julieta, mi sol, y yo, el girasol que gira a sus pies, hemos sido castigados por nuestro amor prohibido incluso antes de comenzarlo. Como diría yo mismo en el libro, había una fatalidad colgada de las estrellas.
No sé qué habremos hecho mi dulce amor y yo, pero tuvo que ser algo odioso para que fuésemos castigados de esta manera. No puedo decir qué es lo que siente ella al respecto, pues nuestros diálogos están creados desde hace siglos y no podemos salirnos del guión. Eso es lo peor del castigo.
Pero lo que sí sé, es cómo me siento yo. Me he enamorado de un sueño… Ella es un sueño, porque aunque la tenga aquí, apretada contra mi pecho, intentando hacer de nuestros corazones uno, siempre hay algo que me separa de ella. Una pared invisible, un intermediador que decide cuándo acaba el diálogo entre ella y yo… Cuándo las palabras de amor deben cesar. Esa pared eres tú.
Ella, como ya he dicho, es un sueño. Un sueño que tengo siempre, un sueño que sé cómo va a acabar antes de que empiece de tantas veces que lo he vivido, sin que pueda hacer nada por evitarlo.
O tal vez sí.
Querido lector, podría entretenerme miles de años hablándote de lo trágico y doloroso que es vivir lo mismo una y otra vez, pero prefiero que lo imagines tú.
Imagínate cuántas personas han leído Romeo y Julieta. Bien, pues por cada vez que ese libro fue leído, he vivido lo mejor de mi vida, y lo peor. He muerto millones de veces, y ella también, y moriremos otras tantas. Eternamente. Cada vez que alguien lea mi canto de amor desesperado, estaré desesperado.
No sé si me expreso con claridad, y eso me llena de desconcierto, pero lo que quiero decirte, querido lector, lector fatal, pared que me separa de mi Julieta, es bien sencillo: No nos vuelvas a leer jamás.
La razón es simple, pero sus consecuencias graves. Al leer mis amores con Julieta, estás condicionando la historia. Estás haciendo de ejecutor del castigo que llevamos sobre nuestras cabezas.
Si alguna vez el corazón se te llenó de un aire tan cálido que empaña los sentidos y hace estragos allá donde pasa, sabes qué es lo que siento, por lo tanto mi petición desesperada no te parecerá falta de razón.
Mi amor por Julieta es tan verdadero como que tú estás leyendo esto ahora mismo. Sentimos y padecemos, y nuestro tormento debe llegar a fin algún día.
Es por esto que he decidido saltarme el guión un poco, que tras cientos de años amando como amo a Julieta espero me sea perdonado. Me he permitido escribir esta nota, querido lector, antes de caer en los efectos del veneno que me acabo de tomar. Sé que Julieta está ahí viva y que sólo está dormida por la pócima del fraile, que me espera, y lloro porque estando tan cerca está tan lejos…Pero mientras alguien lea nuestra historia, estamos condenados a vivir lo mismo una y otra vez. Para siempre.
Por eso, lector fatal que me condenas a mí y a Julieta a muerte, te pido que este libro deje de ser leído, para que ella, mi dueña y señora, y yo, podamos disfrutar de nuestros amores en paz. Que la historia de Romeo y Julieta sea otra… Una que elijamos nosotros, una en la que Julieta, que es el aire de mis pulmones, y su amante y servidor, puedan vivir su amor hasta el fin del mundo.
Éste es mi testamento.

                                                                                                Romeo Montesco

ROMEO: Brindo por mi amor.

(Bebe.)

¡Ah, leal boticario, tus drogas son rápidas!
Con un beso, muero.

Cae.

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